AMANDOS

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Luna, quieres ser madre 

(Delia)

Hola, mi nombre es Delia*, soy de México, tengo 31 años de edad y padezco neurofibromatosis tipo 2. Perdí completamente la audición hace cinco años, no es mucho tiempo, pero a mí se me ha hecho toda una vida. Soy la menor de cuatro hermanos, dos hombres, mi hermana y yo, nos llevamos un año de diferencia entre cada uno de nosotros. Los cuatro tenemos esta enfermedad, que fue heredada por parte de mi mamá. Ella falleció cuando yo tenía un año y nunca supieron qué enfermedad tenía. Ella tampoco escuchaba, no caminaba ni veía, vivía postrada en la cama todo el tiempo. Murió a los 28 años, muy joven, con sueños por vivir con sus hijos, con sus nietos... Mi abuelita y mi tía, a la que le decimos “mamá”, nos dieron una vida más al criarnos y al querernos por igual a los cuatro como si hubiésemos sido de ellas. Yo trabajé desde los 16 años, no era buena en la escuela, pero sí muy buena en los deportes. Mis hermanos siempre fueron muy listos: premios y medallas al terminar su carrera; uno ya estaba por recibirse de ingeniero cuando le comenzaron los síntomas de la NF2. Siempre he sido muy independiente y cuando me detectaron la enfermedad, ya a muy tardado tiempo, lloré como nunca, me maldije por dentro y miles de preguntas pasaron por mi cabeza... Tuve la dicha de ser madre de una niña que ahorita tiene 6 años. Cuando ella todavía no cumplía el año, dejé de escuchar, y solo recuerdo su balbuceo de bebé, su llanto al querer comer o tan solo para llamar mi atención para que estuviese con ella, sus manitas aferrándose tanto a mí. Al ya no escuchar, perdí la oportunidad de gozar de su infancia, de sus primeras palabras. ¿Cómo se escuchará su vocecita? ¿Se escuchará como la mía? ¿Tendrá la voz tan fuerte como su papá? ¿Cómo se escucha su risa? Tantas preguntas y yo, sin respuestas. Verla crecer en silencio es muy difícil, siento que soy una extraña en su vida, aunque ella trata de que yo le entienda con dibujos o señas, a su manera. También a ella le afecta y me pregunta: "¿Sí vas a escuchar después, verdad?". Y me abraza y me dice: "Yo sé que sí, ¿por mí, verdad?". Ella es mi fuerza para seguir adelante con esta enfermedad que te derrumba, te quiebra por dentro, te asfixia... Pero depende de nosotros mismos no dejarse vencer por ella... Nuestras familias son nuestro bálsamo, no podemos fallarles derrumbándonos... tenemos que luchar por ellos.

 

*Para proteger la privacidad de los familiares que aquí se nombran, la autora optó por un nombre ficticio.